Psicodélicos como el LSD, la psilocibina, el MDMA y la ketamina están despertando un gran interés entre los científicos, no por sus efectos alucinógenos, sino por su gran potencial para tratar enfermedades mentales como la depresión, el TEPT y la ansiedad. Antes tachadas de peligrosas o puramente recreativas, estas sustancias se encuentran ahora en el centro de la investigación cerebral de vanguardia.
¿Qué hacen realmente los psicodélicos en el cerebro?
En un nivel básico, los psicodélicos alteran cómo se comunican las distintas partes del cerebro. Los psicodélicos clásicos, como el LSD y la psilocibina, afectan principalmente a la serotonina, un neurotransmisor relacionado con el estado de ánimo, la percepción y la cognición. Estas sustancias activan un tipo específico de receptor de serotonina (llamado 5-HT2A), que se cree que afloja los patrones rígidos de pensamiento, una característica clave de muchos trastornos mentales.
En el cerebro, esto puede verse como un aumento espectacular de la conectividad neuronal, donde regiones que normalmente no «hablan» entre sí empiezan a trabajar juntas. Esta reconexión puede ayudar a explicar por qué las personas a menudo informan de profundas percepciones emocionales, cambios de perspectiva o una sensación de conexión durante una experiencia psicodélica.
Diferentes psicodélicos, diferentes mecanismos
No todos los psicodélicos funcionan igual.
- La MDMA (comúnmente conocida como éxtasis) aumenta los niveles de serotonina, dopamina y norepinefrina. Lo que la hace única es su capacidad para aumentar los sentimientos de confianza y apertura emocional. Esto la hace especialmente útil en la terapia del TEPT, en la que los pacientes suelen luchar contra el miedo y la evitación emocional.
- La ketamina, por su parte, actúa a través del sistema del glutamato, una vía química cerebral diferente relacionada con el aprendizaje y la memoria. Induce un estado disociativo (una sensación de distanciamiento del yo) y parece levantar rápidamente los síntomas de la depresión, incluso en los casos resistentes al tratamiento.
Cada sustancia tiene un «mecanismo de acción» distinto, y comprender estas diferencias es crucial para diseñar tratamientos seguros y específicos.
¿Es necesario el «viaje» para curarse?
Uno de los grandes interrogantes de la investigación psicodélica actual es si la intensa experiencia subjetiva, las alucinaciones, los avances emocionales o la «muerte del ego» son necesarios para obtener beneficios terapéuticos.
Algunos estudios sugieren que los cambios cerebrales por sí solos podrían ser suficientes para ayudar a los pacientes, aunque estén inconscientes durante el proceso. Por ejemplo, la ketamina puede administrarse a niveles anestésicos, y los investigadores están comprobando si los pacientes siguen beneficiándose sin recordar la experiencia.
Si estos efectos pueden reproducirse sin el viaje psicodélico completo, podrían surgir nuevos fármacos que ofrecieran el mismo potencial curativo de una forma más manejable, especialmente para las personas que no se sienten cómodas con una experiencia psicodélica completa.
Terapia psicodélica: Algo más que la droga
Es importante entender que la terapia asistida con psicodélicos no consiste sólo en tomar una sustancia. Suele constar de tres fases:
- Preparación: generar confianza con el terapeuta y fijar objetivos.
- La experiencia: la propia sesión psicodélica, a menudo con la presencia de un guía o clínico.
- Integración: debatir y procesar la experiencia a posteriori para aplicar los conocimientos adquiridos a la vida cotidiana.
Este enfoque estructurado es clave para maximizar los beneficios y minimizar los riesgos psicológicos. También por eso muchos expertos insisten en que estos tratamientos deben realizarse bajo supervisión profesional, no de forma casual o recreativa.
Crear psicodélicos más seguros e inteligentes
Actualmente, uno de los principales objetivos en este campo es desarrollar psicodélicos de «nueva generación»: drogas que ofrezcan los mismos beneficios para la salud mental, pero que sean más seguras, más predecibles y menos intensas. Los científicos están experimentando con versiones modificadas de los compuestos existentes para reducir los efectos secundarios, como la ansiedad o las alucinaciones, al tiempo que se mantienen los efectos cerebrales positivos.
Estos avances podrían hacer que los tratamientos psicodélicos fueran más accesibles y aceptables dentro de la medicina convencional, sobre todo si las drogas no conllevan el mismo estigma o los mismos riesgos que sus predecesoras.
Lo esencial
Los psicodélicos están ayudando a los investigadores a replantearse el tratamiento de las enfermedades mentales al demostrar que el cerebro es más flexible y más capaz de curarse de lo que creíamos. Al profundizar en el funcionamiento de estas sustancias, la ciencia no sólo persigue un subidón, sino un auténtico avance en la atención a la salud mental.
A medida que continúan los estudios, el objetivo sigue siendo convertir las experiencias alucinantes en tratamientos basados en pruebas que cambien la vida desde dentro hacia fuera.